como es dormir en diferentes aeropuertos

No sé si fue una genialidad o una locura, pero cuando planeé este viaje por Europa sabía una cosa: no podía permitirme gastar en alojamiento cada noche. Así que decidí probar algo radical: dormir en aeropuertos. Siete días, siete aeropuertos distintos, siete noches sin cama. Esta es mi crónica de una semana sin hoteles, con una mochila pequeña al hombro y muchas ganas de aventura.

Mujer caminando en el Aeropuerto
Mujer caminando en el Aeropuerto

Día 1: Madrid-Barajas (España)

El comienzo fue hasta cómodo. Había zonas con sillones, enchufes por todas partes y hasta gente como yo. Descubrí la web Sleeping in Airports y me sentí parte de una comunidad silenciosa. Eso sí, dormir entre anuncios por megafonía no es fácil…

Lo inesperado: En la Terminal 4 hay una zona junto a las puertas H con sofás largos donde se puede estirar uno casi entero. ¡Eso fue un lujo para ser una primera noche!

Consejo: Lleva tapones para los oídos y un antifaz. Y una buena mochila que no sea un trasto, como esta que uso yo que cabe en cabina y tiene mil bolsillos.


Día 2: Orly (París)

Menos acogedor. Asientos con reposabrazos, luz a tope toda la noche y personal de limpieza pasando cada media hora. Me arrepentí un poco. Pero también conocí a un chico que llevaba 3 semanas viajando sin pagar un hotel. Me dio buenos trucos para encontrar los sitios «buenos».

Lo inesperado: Si bajas a la zona de llegadas, hay un McDonald’s 24h con rincones más tranquilos que las salas de embarque.


Día 3: Zaventem (Bruselas)

Frío!! Mucho frío!! Aquí entendí la importancia de llevar una chaqueta más gorda en la mochila, aunque ocupe espacio. Dormí en el suelo sobre mi sudadera, abrazado a mi equipaje. Pero amanecí con un café gratis de una empleada que me vio helado. Gente buena hay en todos lados.

Lo inesperado: En el piso superior del hall central hay una zona escondida con sillones de cuero. No todos lo saben y suele estar vacía por la noche.


Día 4: Schiphol (Ámsterdam)

Una sorpresa. Aeropuerto moderno, zonas de descanso pensadas para dormir, WiFi rápido, duchas… y hasta jardines interiores. Si todos fueran así, haría esto todo el año. Me puse a trabajar desde mi portátil y hasta me dio tiempo de editar fotos del viaje.

Lo inesperado: Hay una biblioteca gratuita con libros, sillones cómodos y cargadores. Casi parece una sala VIP pública.


Día 5: Múnich

Volvimos al suelo. Literalmente. Encontré un rincón junto a unas escaleras mecánicas. Ruidoso, pero nadie me molestó. Esa noche sentí el cansancio en serio. Dormí poco y mal, y el cuerpo me pedía una cama de verdad.

Lo inesperado: El aeropuerto tiene una mini cervecería en la zona de entrada. Sí, puedes tomarte una cerveza artesanal antes de dormir… aunque no sé si ayuda a descansar mejor.


Día 6: Milán-Malpensa

Lo peor: luces frías, bancos de metal y un guardia que me despertó dos veces. Pero también fue la noche más introspectiva. Esas horas largas me sirvieron para pensar, escribir y darme cuenta de lo que más echaba de menos: intimidad. ¡Y una almohada!

Lo inesperado: Hay una zona de check-in antigua, deshabilitada, con suelo de moqueta y sin apenas vigilancia. Ahí conseguí estirarme sin interrupciones un buen rato.


Día 7: Lisboa

Final con buen sabor. Lisboa tiene una terminal pequeña pero tranquila. Dormí sorprendentemente bien en unos asientos sin reposabrazos, con mi mochila como almohada improvisada. Me desperté con la sensación de que había hecho algo que, aunque agotador, recordaré siempre.

Lo inesperado: Cerca de las puertas de embarque de la Terminal 1 hay una zona de relax con sofás reclinables escondida tras una tienda duty-free. Casi como un lounge gratuito.


Lo que aprendí durmiendo en aeropuertos

  • Tu mochila es tu casa: invierte en una buena. Yo llevé esta mochila de cabina ultracómoda y fue mi mejor aliada.
  • Dormir se vuelve un lujo. Aprecias cada minuto de sueño real.
  • Los aeropuertos no son tan fríos como pensamos. Hay humanidad por todas partes.
  • No todo es Instagram. Viajar también es esto: improvisar, adaptarse y reírse del caos.

¿Lo haría de nuevo?

Quizá no siete noches seguidas, pero alguna sí. Es una experiencia intensa, pero también muy reveladora. No fue solo por ahorrar, fue también por desafiarme. Y eso, para mí, es viajar de verdad.

Si tú también estás planeando una locura de este tipo, prepárate bien, llévate lo justo y disfruta el viaje… incluso si duermes en un banco metálico.


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